miércoles, 13 de febrero de 2013



 MONIQUE TRUONG. "El libro de la sal"

 La reunión con objeto de comentar este libro fue interesante por lo variada.Hubo quien no consiguió engancharse en su lectura; otros a quienes la estructura , con sus monólogos interiores, desorientaban pero también , como expresa nuestra comentarista de hoy, GLORIA ESPINILLA, el libro gustó mucho a algunos.Aquí os dejamos su opinión
"La novela me ha gustado y me ha interesado mucho. Refleja las ilusiones y frustraciones de un emigrante en la capital francesa. El choque cultural y el recuerdo de su familia, que dejó en Sanghai están en todo momento presentes en la narración.

“El libro de la sal” es el libro de la vida de Binh, narrado en primera persona por el protagonista, con una prosa sensitiva y delicada que refleja un universo de sentimientos y emociones. Me ha interesado mucho:

Su estructura: va mezclando los recuerdos de los cinco últimos años, pasados como cocinero en el 25 de la rue Fleurus, en casa de Gertrude Stein y Alice B. Toklas, con las experiencias de su infancia y de su vida adulta, a través de las diferentes relaciones personales y laborales que han dejado huella en su vida.

La descripción que hace de los personajes, de las relaciones y de las situaciones.

Los personajes están bien dibujados, tanto el suyo propio, como los de sus “mesdames”. El de la señorita Toklas con la que establece múltiples diálogos, sobre todo en relación con la cocina. En un primer momento la define sólo por su físico, la ve con cara de “antigua”, una mujer con cara de búho y bigote. Está enteramente dedicada a alimentar el enorme “ego” de la Stein. Es su amante, su secretaria, la que se ocupa de todas las cuestiones materiales de la vida. La Sta Toklas cocina los domingos, que es cuando Binh libra, ya que Gertrude Stein considera muy erótico que haya cocinado para ella.

Las descripciones que a lo largo del libro hace de la señorita Stein son muy agudas, aunque ponen de manifiesto que su relación es algo más lejana que la que mantiene con la Toklas, la define como su propio objeto de deseo (semejante lujuria autoinducida tiene un efecto adictivo, la exposición prolongada a la misma, deja débiles  e indefensos a quienes la rodean). Este aspecto parece confirmarse en todas las reseñas que hay sobre la personalidad de Gertrude Stein.

En el capítulo 15 hay una descripción deliciosa de las relaciones entre ellas dos y de ellas con él;  y de la relación con los perros, que  siente que son más apreciados que él.

Está muy bien narrada su relación, en el barco que le lleva a Francia, con Bao, como le va a ayudar a comprender las dificultades que va a encontrar como emigrante.

Describe a su padre como un pobre viejo, que en su larga vida sólo alcanzó un puñado de conclusiones sobre el mundo que le rodeaba, las simplificaba en verdades cual perlas, que se convertían en una fastidiosa gargantilla para los cuellos de quienes llevaban su apellido. Todo el relato deja ver que Binh se identifica con muchos de los aspectos negativos que ve en su padre, es tan pobre la valoración que hace de sí mismo que le lleva a decir que era igual que él. Mi padre era un cobarde, yo era un despreocupado.  

Hace un sentido relato de la vida de su madre y de su relación con él. Me hubiera encantado volver a leer todas las referencias a la fe de su madre (245).

En las relaciones que describe con el resto de personajes, la soledad le persigue. Su relación con Bao, con el “Hombre del Puente” y con el “Hombre del Dulce Domingo” aparecen como momentos gozosos, pero efímeros. En todas estas relaciones se ponen de manifiesto los sentimientos y emociones que le provocan sus problemas de identidad: su homosexualidad le lleva a la pérdida de su trabajo, al rechazo total por parte de su padre, a unas relaciones interpersonales  en las que en la mayoría de las ocasiones, tiene que ganarse el cariño de forma torcida, mientras sus “mesdames” viven esa misma realidad sin ninguna dificultad, pudiendo mantener una pareja estable; no les dificulta para nada su integración en el mundo de la cultura parisina del momento: “la generación perdida”, escritores, pintores, artistas, vividores, todos visitan y disfrutan de su hospitalidad.

También refleja con gran precisión y sensibilidad los sentimientos tan dolorosos que implican las relaciones de servidumbre: establece las categorías de las casas en las que ha servido; los recursos que los/as “señores/as” utilizan contra el servicio, y  la diferencia que encuentra con las mesdames, en su casa no come las sobras, puede comer lo mismo que ellas, tiene una cierta libertad de movimientos, y se siente apreciado como cocinero…, aunque sabe que en el 27 de la rue Fleurus hasta el mobiliario llama la atención más que él…

Señala las dificultades que plantean la emigración y el choque cultural que se experimenta en un país con unas costumbres tan diferentes a las suyas, lo que implica sentirse extranjero… No acaba de integrarse en Paris, aunque lo llega a conocer y le gusta, pero no deja de sentirse solo y extranjero, un asiatique…, sólo en Vietnam es donde se ssentiría un hombre sin más.

Me ha gustado mucho el uso que hace del lenguaje tanto en la denominación de los personajes: Bao (Tormenta), el Hombre del Puente, el Hombre del Dulce Domingo… como por las constantes referencias a las posibilidades y dificultades que plantea el lenguaje, tanto en el aprendizaje de un idioma extranjero, como en los usos del lenguaje:  (pag: 195 “instila tus propios significados en tus palabras”, un consejo de Bao que me ha salvado). El idioma es una casa con multitud de puertas y muy a menudo me encuentro que no estoy invitado ni tengo las llaves, pero cuando infiltro sus palabras, asesto puñaladas a sus significados, creo las trampillas que me permitirán entrar cuando la noche la noche a la intemperie sea demasiado fría y oscura. El vocabulario de la servidumbre no se construye sobre el conocimiento de palabras extranjeras, sino más bien sobre la capacidad de tragárselas…

Por la gracia con la que narra las relaciones de ellas con el automóvil, las situaciones que se originan en sus viajes  y los “equipos de espera” de los que se proveen para cuando llegan las averías.

Resumiendo, para mí el “Libro de la sal” es una reflexión sobre el exilio, el deseo, la identidad, la cocina… Hay melancolía, pérdida, amor y comida; y en medio de todo, la sal, que no solo está presente en la cocina, sino en las lágrimas, en el agua del mar, en el sudor, que constituyen metáforas de la vida del protagonista.

Es una novela cercana e intimista que pone de manifiesto, entre otras cosas, la influencia de la niñez en la adquisición de la propia identidad. El recuerdo de su padre le perseguirá durante toda su vida.  

Y en medio de todo y dándole sentido a su vida, la cocina, que constituye para él su compañera, que le ayuda a relacionarse, a encontrar su identidad, y sobre todo a disfrutar: es donde se va a encontrar en “su propia salsa”.

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