martes, 7 de octubre de 2014

PLATERO Y YO. Juan Ramón Jiménez

No por conocido resulta fácil expresar lo que esta obra  dice al acercarte a ella. En esta ocasión es JUAN CUERDA quien  da unas pinceladas muy personales a la obra cumbre de Juan Ramón Jiménez en el aniversario que celebramos. La puesta en común fue rica  tanto en la variedad de opiniones como en la expresión de los sentimientos que suscitó.

¡PLATERO CUMPLE CIEN AÑOS!

Existen grandes novelas tales como Robinsón Crusoe o Los viajes De Gulliver, que han pasado a engrosar el catálogo de literatura infantil y juvenil cuando, en realidad, sus autores las escribieron pensando en lectores adultos.

Este es también el caso de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, del cual su propio autor dijo:

“Suele pensarse que yo escribí “Platero y yo” para niños, que es un libro de niños.
Yo nunca he escrito para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren.”

Platero y Yo es un libro singular, escrito en lo que podríamos llamar prosa poética y en el que su autor cuenta tanto sus vivencias y emociones como describe paisajes, costumbres y personajes de su querido Moguer, teniendo siempre como confidente y receptor de sus cuitas a su burro Platero, auténtico protagonista de la obra.

La complicidad de Platero sirve a Juan Ramón para explayarse reflexionando sobre todo lo divino y lo humano con un lenguaje lleno de lirismo, sensibilidad y con una riqueza literaria que muy pocos escritores han alcanzado.

He aquí algunos fragmentos que acreditan lo dicho:

En el Capítulo dedicado al eclipse, se lee:

“Alrededor, el campo enlutó su verde, cual si el velo morado del altar mayor lo cobijase. Se vio blanco el mar lejano, y algunas estrellas lucieron pálidas. ¡Cómo iban trocando blancura por blancura las azoteas!”

En el titulado “El niño tonto” –a los niños pobres y enfermos dedica Juan Ramón mucha atención y simpatía– dice:

“Era uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el don de la palabra, ni el regalo de la gracia; niño alegre él y triste de ver; todo para su madre, nada para los demás!

En “el canto del grillo” nos regala con párrafos como éste que no son otra cosa que pura poesía:

“¡Aquí está! ¡Oh canto del grillo por la madrugada, cuando, corridos de escalofríos, Platero y yo nos vamos a la cama por las sendas blancas de relente! La luna se cae rojiza y soñolienta. Ya el canto está borracho de luna, embriagado de estrellas, romántico, misterioso, profuso. Es cuando unas grandes nubes luctuosas, bordeadas de un malva azul y triste, sacan el día de la mar, lentamente...”

Para que seguir..., pues, en verdad, para entresacar los mejores fragmentos de este pequeño tesoro literario tendríamos que copiar todo el libro.

Juan.

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