DESGRACIA. John Maxwell Coetzee
(Ciudad del
Cabo, 09 de Febrero de 1940).
“Cuando la incomprensión abre la puerta a la
violencia”.
“Desgracia” es una obra compleja, muy directa, con
un léxico duro rayando a veces los límites del buen gusto, que se desarrolla en
la Sudáfrica todavía inmersa en los devastadores efectos del Apartheid y consta
de dos partes bien diferenciadas: La primera nos relata la vida rutinaria de
David Lurie, el protagonista, profesor Universitario que actuando con un
acervado cinismo y arrogancia, está por encima del bien y del mal, imbuido en
una apatía existencial y vocacional, rota únicamente por las relaciones íntimas
a golpe de impulsos que va manteniendo con mujeres muy variopintas de toda
clase social a las que despersonaliza por completo. Esta actitud casi
autodestructiva, origina el obligado abandono de su carrera cuando estas
relaciones se llevan a cabo con una de sus alumnas (Melanie Isaacs),
desembocando en la huida a una de las zonas más deprimidas de Sudáfrica donde
su hija, (Lucy Lurie), es propietaria de
una granja y sobrevive usándola como residencia canina y cultivando
flores para su posterior venta en el mercado local.
Aquí es donde comienza la segunda parte de la novela,
dejando atrás la frivolidad del principio y tornándose con un cariz desolador,
sórdido, desesperanzado y de una extrema violencia cuando padre e hija son
víctimas de una agresión por parte de tres individuos de raza negra, que poco a
poco irá distanciándolos en la forma de
afrontar tal Desgracia; ahora la seguridad y soberbia de David se
desmoronan, se ve obligado a recibir
ayuda de todos aquellos que internamente le inspiraban desprecio y esto va a ir provocando que se humanice a
medida que transcurren los acontecimientos.
El personaje de Lucy, se nos muestra como una mártir, una
sufridora que trata de expiar el simple hecho de ser blanca, ella es el objeto
del odio racial, representa a ojos del hombre negro, la desfachatez del colono
que se apodera de lo que no es suyo y cree estar justificado por el mero hecho de asentarse sin darle
permiso y sin pedir perdón por los desmanes posteriores, y a pesar de todo
ello, es reacia a seguir los dictámenes que le marca su padre de alejarse de
aquella comunidad que tanto daño le ha hecho.
Aunando los dos mundos (el colonial y el mundo negro)
está Petrus, empleado de la granja, un ser siniestro, frio, calculador, que
bajo la fachada de su ignorancia y simplicidad, sueña con grandes aspiraciones
de terrateniente sin importarle como tenga que conseguirlas. Va a representar
en la diferente manera de ser tratado tanto por David como por Lucy, la
bipolaridad de sentimientos que la raza negra infunde en la obra: rechazo,
miedo, desconfianza, desprecio……, pero también el reconocimiento de su
legitimidad como dueños morales de la tierra, acreedores de un peaje que Lucy
estará dispuesta a pagar por sentirse integrada en la comunidad.
Otro personaje clave es Bev Shaw, amiga de Lucy, una
mujer sencilla, sin atractivo, algo anodina a primera vista pero que con su
trabajo de voluntaria en la Perrera, intenta aliviar el sufrimiento de estos
animales y acompaña en sus últimos días a los que deben pasar por el trance de
morir, dándoles el protagonismo y la importancia que nadie les ha brindado
nunca. Es la artífice de uno de los momentos más conmovedores y compasivos de
la obra, consiguiendo que germine en David un sentimiento de piedad como no lo
había experimentado con ningún ser humano; su escepticismo se resquebraja
cuando descubre que poseen “alma”.
Finalmente, la obra nos deja un regusto amargo porque no
vislumbramos ningún atisbo de esperanza en el porvenir; sus personajes, que se
nos muestran sin un pasado, vegetan en un presente caótico y cruel, avocados a
vivir sin un futuro.
Esther
Moreno Sánchez.
1 comentario:
Excelente comentario a esta obra por la que yo he pasado de puntillas para no sentir el dolor que la impregna.Gracias por tu aportación.Isabel
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